Javier Ferrer Machín. «Herederos»

Descripción de la propuesta

«Una fuerza asimétrica y desequilibrada no encuentra nunca la armonía para relacionarse»

«Se envuelve en una sola dirección, obviando cualquier concordia»

«Todos seremos traicionados y revelados por el tiempo, humillados por nosotros mismos, despojados de nuestro orgullo»

Este solo de danza aborda las repercusiones del patriarcado en la sociedad contemporánea, reflejando una estructura sistemática de jerarquías, poder, violencia y dominación que, a lo largo de más de cuatro mil años, ha influido en el comportamiento social.

El patriarcado ha condicionado profundamente lo que se entiende por lo masculino y lo femenino, moldeando la orientación sexual y el comportamiento mediante factores culturales y sociales, y utilizando la violencia y el odio como herramientas para imponer estas normas. Estos conceptos, aunque ajenos a la naturaleza biológica, se han convertido en una segunda naturaleza aceptada por medio de discursos y signos corporales.

Sin embargo, en la sociedad actual, estas actitudes se tornan cada vez más insostenibles y fuera de lugar. El hombre que perpetúa la violencia y el odio encuentra una aceptación social menguante. La sociedad moderna, cada vez más crítica de los efectos destructivos del patriarcado, rechaza estas manifestaciones, aislando socialmente a aquellos que las mantienen.

La soledad resultante de este aislamiento es evidente. El hombre patriarcal, atrapado en un ciclo de odio y resentimiento, se convierte en una figura trágica, emocionalmente inmóvil y socialmente marginada. Su incapacidad para adaptarse a una realidad que ya no tolera la violencia lo convierte en un ser casi ridículo, persistiendo en un discurso de odio en un mundo que avanza hacia la empatía y la igualdad.

 

 

En «Campo de Rabia», el espectador será testigo de la figura del hombre patriarcal, lleno de odio y atrapado en una ética errónea. Este personaje, desafiante y provocador, se enfrenta a un público que observa su autodestrucción. Sus palabras y acciones, vacías, mudas y violentas, no encuentran eco en una sociedad que ya no las valida, revelando su profundo aislamiento y desesperanza.

La propuesta de este solo de danza explora la dolorosa paradoja del hombre atrapado en el patriarcado: su intento de mantener un sistema que le promete poder, pero que finalmente le entrega soledad y rechazo. A través del movimiento, se refleja el conflicto interno de este hombre y su lucha por encontrar un lugar en un mundo que busca dejar atrás las sombras de la violencia y el odio.

 

 

Al señalar y analizar el patriarcado desde una perspectiva externa, su lógica sedesmorona y sus comportamientos se revelan no solo erróneos, sino también ridículos y anacrónicos.

Lo que una vez fue visto como una estructura natural e incuestionable, se muestra ahora como una construcción social arcaica que perpetúa la injusticia y el sufrimiento.

Al observarlo desde fuera, sus manifestaciones de poder y control se revelan como actos de inseguridad y miedo más que de auténtica autoridad. La conducta patriarcal, con su insistencia en la dominación y la violencia, se vuelve patética cuando se enfrenta a una sociedad que reconoce el valor intrínseco de cada individuo.

La crítica externa del patriarcado no solo destaca su ridiculidad, sino que también impulsa a la sociedad hacia un cambio transformador.

En conclusión, la capacidad de reacción de la sociedad al señalar el patriarcado es un testimonio de su evolución moral y ética. Al analizar y criticar el patriarcado desde una perspectiva externa, se revela su absurda pretensión de naturalidad y su destructiva influencia en las relaciones humanas. Este análisis no solo ridiculiza al patriarcado, sino que también fortalece el movimiento hacia una sociedad más equitativa y justa, donde la verdadera fuerza se encuentra en la igualdad y el respeto mutuo.